Los pendientes asesinos!

03 enero 2008

Hace muchos años que no me paraban antes de entrar a un bar para exigirme alguna idiotez que me hiciera ganar la recompensa de la entrada y su consecuente gasto etílico. Algo así como pagar moralmente para pagar materialmente.
El sábado fuimos con un grupo de amigos a un bar de “moda” en plaza Colón, en el medio de la plaza, en un semisótano, llamado El Café de los Artistas. Lo segundo (lo primero ya lo explicaré) que me sorprendió es no haber visto a ningún artista; ni actores, ni pintores, ni escritores y menos que menos a algún artesano. Quizá había alguien anónimo o desconocido pero en realidad el boliche de artista solo tiene el nombre, todo lo demás es solo un pub con gente “linda” y pija*.
Volviendo a antes de entrar, lo primero que me sorprendió (no mucho, en verdad) fue que apenas me vieron los “gorilas” de la puerta, me recorrieron con la vista bajando hacia mis pies buscando las zapatillas que me prohibieran el paso. Pero tenía zapatos.
Solo porque íbamos un grupo grande y me imaginaba que en estas épocas la selección de quien entra y quien no, era bastante exigente, me puse los zapatos de las bodas y pa’adelante.
Pero no contaba con otra característica mía que puede desestabilizar a todo el sistema formal, responsable, ortodoxo y viejuno de esta sociedad: Mis pendientes!.
Ya les parecerá que no leyeron bien, y lo entiendo, yo pensé que no había escuchado bien cuando oí: “los pendientes fuera”, no se si no entendí, por lo ridículo del pedido o porque el portero del garito hablaba un “castellano del Este” que sumado a sus 2 metros y medio acojonaba tanto, que los tímpanos y sus huesitos del oído, no querían trabajar. Después de pensarlo unos segundos y justificar que me los sacaba para no joderle la noche a los 15 que venían conmigo, solo sonreí un poco con mueca de disgusto y como eran las 2 de la mañana y un frío que congelaba el hielo, accedí a quitármelos para pasar. Cuando entraba, otra vez el ropero del Este agregó: “adentro no poner”, al ver mi cara de desconcierto, reafirmó su idea con un: “adentro no poner pendientes, yo veo”. Pocas ganas de discutir tenía y le contesté: “Adentro yo no poner”. Que suerte que yo hablaba su dialecto de tarzán oriental!.
Todavía no le encontré una finalidad a la prohibición de pendientes solo en los hombres, no sé si es porque tenían miedo que en una pelea degollara a alguien con mi argollita de plata o que le clavara en el corazón de alguien la estaca de 1 centímetro que sostiene mi arito de coco.
Sinceramente, creo que al dueño no le gustan los hombres con pendientes solo por una cuestión de imagen, de imagen retrógrada.
La historia se termina acá. Ya no busco explicaciones, no vuelvo más, y listo.
Suerte que no me vio los tatuajes, borrármelos con ácido era algo que ya no estaba dispuesto a hacer.

* Gente pija en España sería como gente concheta en Argentina. Una persona que no solo tiene dinero sino que se nota, tanto en su forma de vestir como en su dialecto de un mundo de fantasía. Osea.

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