Una de las muchas aventuras de Odín se relaciona con una nutria, un tesoro y una maldición.
Odín, Hónir y el infame Loki, en una de sus largas travesías, encontraron una nutria a orillas de un torrente de agua. La nutria estaba comiendo golosamente un salmón. Loki la vio y con ágil y veloz mano lanzó una piedra. De un solo golpe se hizo así de la nutria y del alimento que ésta consumía. Mató dos pájaros de un tiro… o una nutria y un salmón.
Los dioses encontraron una cabaña en las cercanías del torrente de agua e ingresaron en ella. El dueño de la casa era un labrador harto conocedor de la magia llamado Hréidmar. Al ver lo que traían sus invitados se perturbó, pues reconoció en el animal cazado a su propio hijo. Llamó entonces a sus otros hijos Fáfnir y Regin, y les dijo que su hermano Nutria había muerto, y que los responsables de su muerte estaban allí mismo. Fue entonces que los dioses decidieron ofrecer una compensación por la muerte de la cual eran culpables, y le ofrecieron a Hréidmar lo que él deseara. El labrador desolló la piel de su hijo muerto y les indicó a los dioses que debían cubrirla tanto por fuera como por dentro con oro rojo, de esa forma la falta sería perdonada.
Odín y Hónir enviaron a Loki a buscar el oro. El dios malvado, as de la mentira y el engaño, sabía que quienes guardaban el oro eran los enanos. Por ello atrapó a uno que tenía forma de pez, y le exigió que le entregara todo el oro que poseía a cambio de su propia vida. El enano Andvari, vuelto a su forma original, llevó a Loki a su peñasco y le ofreció todo, excepto un anillo, que escondió para sí. Pero el as de la mentira vio el movimiento del enano y le exigió al menudo ser que le entregara lo que tenía oculto en sus manos. Andvari rogó por el anillo, y explicó que si perdía todas sus riquezas el anillo se las devolvería. Loki no escuchó las súplicas, o no le importaron en la menor medida, y Andvari, despechado, maldijo el anillo: quien lo poseyera a partir de ese momento sería amigo de la muerte. Ante la amenaza de la maldición, Loki sólo respondió que ese mensaje sería entregado a su destinatario.
Al regresar con el tesoro, los dioses procedieron a cubrir la piel de la nutria, y lo lograron excepto por la punta de uno de los bigotes. Le presentaron la piel a Hréidmar y éste notó la falta. Se quejó y Odín, entonces, colocó en ese lugar, para cubrir el pequeño trozo de bigote, el anillo maldito. Hréidmar, satisfecho, consideró saldada la deuda y los dioses, liberados, procedieron a marcharse. Loki dijo entonces: “que se cumplan las palabras de Andvari.”
Y así ocurrió. Los hijos de Hréidmar disputaron con su padre por el tesoro y lo mataron. Régir le pidió luego a su hermano Fáfnir su parte, y éste se la negó. Fáfnir tomó entonces el Yelmo del espanto de Hréidmar, que aterrorizaba a todos los seres vivos que lo veían, y Régir huyó lejos hasta llegar a un reino en el cual se convirtió en herrero y tomó a Sígur como ahijado.
Fáfnir, convertido en dragón, custodió el oro hasta que un guerrero le dio muerte.
La maldición del anillo tiene el rostro de la codicia. Maldición extraña la de Andvari, por otra parte; se trata de una profecía un poco superflua, pues predice lo inevitable: la muerte de los seres vivos. No nos cuesta demasiado suponer que los Andvaris, profetas de lo inevitable, y los anillos malditos con rostro de codicia, se han multiplicado por el mundo con el correr de los tiempos.
Odín, Hónir y el infame Loki, en una de sus largas travesías, encontraron una nutria a orillas de un torrente de agua. La nutria estaba comiendo golosamente un salmón. Loki la vio y con ágil y veloz mano lanzó una piedra. De un solo golpe se hizo así de la nutria y del alimento que ésta consumía. Mató dos pájaros de un tiro… o una nutria y un salmón.
Los dioses encontraron una cabaña en las cercanías del torrente de agua e ingresaron en ella. El dueño de la casa era un labrador harto conocedor de la magia llamado Hréidmar. Al ver lo que traían sus invitados se perturbó, pues reconoció en el animal cazado a su propio hijo. Llamó entonces a sus otros hijos Fáfnir y Regin, y les dijo que su hermano Nutria había muerto, y que los responsables de su muerte estaban allí mismo. Fue entonces que los dioses decidieron ofrecer una compensación por la muerte de la cual eran culpables, y le ofrecieron a Hréidmar lo que él deseara. El labrador desolló la piel de su hijo muerto y les indicó a los dioses que debían cubrirla tanto por fuera como por dentro con oro rojo, de esa forma la falta sería perdonada.
Odín y Hónir enviaron a Loki a buscar el oro. El dios malvado, as de la mentira y el engaño, sabía que quienes guardaban el oro eran los enanos. Por ello atrapó a uno que tenía forma de pez, y le exigió que le entregara todo el oro que poseía a cambio de su propia vida. El enano Andvari, vuelto a su forma original, llevó a Loki a su peñasco y le ofreció todo, excepto un anillo, que escondió para sí. Pero el as de la mentira vio el movimiento del enano y le exigió al menudo ser que le entregara lo que tenía oculto en sus manos. Andvari rogó por el anillo, y explicó que si perdía todas sus riquezas el anillo se las devolvería. Loki no escuchó las súplicas, o no le importaron en la menor medida, y Andvari, despechado, maldijo el anillo: quien lo poseyera a partir de ese momento sería amigo de la muerte. Ante la amenaza de la maldición, Loki sólo respondió que ese mensaje sería entregado a su destinatario.
Al regresar con el tesoro, los dioses procedieron a cubrir la piel de la nutria, y lo lograron excepto por la punta de uno de los bigotes. Le presentaron la piel a Hréidmar y éste notó la falta. Se quejó y Odín, entonces, colocó en ese lugar, para cubrir el pequeño trozo de bigote, el anillo maldito. Hréidmar, satisfecho, consideró saldada la deuda y los dioses, liberados, procedieron a marcharse. Loki dijo entonces: “que se cumplan las palabras de Andvari.”
Y así ocurrió. Los hijos de Hréidmar disputaron con su padre por el tesoro y lo mataron. Régir le pidió luego a su hermano Fáfnir su parte, y éste se la negó. Fáfnir tomó entonces el Yelmo del espanto de Hréidmar, que aterrorizaba a todos los seres vivos que lo veían, y Régir huyó lejos hasta llegar a un reino en el cual se convirtió en herrero y tomó a Sígur como ahijado.
Fáfnir, convertido en dragón, custodió el oro hasta que un guerrero le dio muerte.
La maldición del anillo tiene el rostro de la codicia. Maldición extraña la de Andvari, por otra parte; se trata de una profecía un poco superflua, pues predice lo inevitable: la muerte de los seres vivos. No nos cuesta demasiado suponer que los Andvaris, profetas de lo inevitable, y los anillos malditos con rostro de codicia, se han multiplicado por el mundo con el correr de los tiempos.
1 comentarios:
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